29.6.11

Mamá:

Te quiero mucho. Me gusta cuando me haces reír.  Cojo tu mano y me sigues, sabes siempre lo que necesito y me tranquiliza escuchar tu voz.

Siempre estas ahí, cada mañana cuando me despierto, tu beso de buenos días me pone las pilas y para ti es mi primera sonrisa.

Me gusta abrazarte y cuando estoy a tu lado el mundo es pequeñito y está en mis manos.
Te reconozco desde lejos, entre una multitud, detrás de la puerta, en la oscuridad… mamá siempre está conmigo.

Me haces entender, y a veces me cuesta, pero te empeñas una vez y otra, y otra más hasta que encuentras la manera de ver las cosas como yo las veo y ayudarme a verlas como las ves tú.

Interpretas el mundo para mí y me acercas a él, unas veces de puntillas y otras dando taconazos.

Aunque no estés sé que siempre volverás. Por eso nunca estoy solo y confío en los demás.

Algunos días me agotas. Eres tan pesada…. No te casas de repetir las cosas, no descansas hasta que me rindo. ¡Como puedes tener tanta paciencia! Y eso que la pongo a prueba, pero no hay quien pueda contigo, eres dura de pelar.

Me enseñas muchas cosas pero lo que más me gusta es jugar contigo. Saltando, girando, brincando, dando palmas, bailando… a eso siempre gano yo. Tú te cansas y tienes que parar, pero yo siempre te gano. Me encanta. Me encantan tus cosquillas y cuando hacemos pedorretas.

No me gusta cuando te pones seria y no paras de decirme NO, NO, NO… y me da rabia que seas tan pesada, pero cuando te hago caso siempre ganamos los dos.

Estoy creciendo mucho y soy feliz, no quiero que te preocupes porque a veces te noto agobiada. Sé que quieres lo mejor para nosotros y te esfuerzas tanto que a ratos se te nota el cansancio. Pero sabes una cosa, yo soy feliz. No te preocupes, me gustas más cuando estas contenta.

Tú siempre sabes donde vamos, y yo estoy tranquilo. Cuando me pierdo y no tengo muy claro que viene ahora me cuesta controlarme pero termino entendiendo que tú me guías y puedes contarme que y cuando ocurrirá. Entonces puedo calmarme y seguir a tu lado.

Mami yo te quiero más.  Cuando me veas sonreír, recuérdalo. Te quiero mucho aunque me des mucho trabajo, aunque no pares de enseñarme cosas, aunque no dejes de repetir, aunque siempre digas “hazlo tú”, “ahora tú solito”, a pesar de tus no, no, no.

Por las noches cuando estoy dormido espero tu beso, y entonces sé que descansaré feliz.

Descansa mamá, yo soy feliz y me hago mayor, y he tenido mucha suerte con esta familia, os quiero mucho.

Besitos mami, y no te enfades mucho conmigo y con mi hermano cuando desordenamos los juguetes o cuando llenamos de migas el sofá, o cuando exploramos en la despensa… Es que ¡somos niños¡.

Por cierto… ¿Cómo sabes lo que hacemos si no estamos haciendo ruido?.¿Porque sabes siempre si va a llover? ¿Cuándo te das cuenta que al final nos hacemos daño?

Mamá, muchas veces eres un misterio para mi. Pero te quiero como eres y no te cambiaría por ninguna mamá del mundo. No entiendo la vida sin ti.

No cambies mami. Y no te preocupes porque aprenderemos juntos, y juntos conquistaremos el mundo.


Tu hijo.

8.6.11

EL ANGEL DE MI ANGEL

Otro reto más, otra preocupación por hacer las cosas perfectamente, otro nuevo escalón que subir, otro momento difícil.

Ha llegado el momento de sentarnos y hablar con mi hijo Manuel.

El curso que viene su hermano asistirá al mismo Colegio que él. Serán compañeros, en el patio del recreo, en actividades… y si es posible en comedor.

A Manuel no hay que explicarle nada, él conoce a su hermano, sabe cuales son sus peculiaridades, pero no lo ve diferente, sólo más pequeño que él.

Aún así debemos darle instrumentos válidos para poner nombre a todas esas cosas que él ya conoce.

Sinceramente no creo que para Manuel sea difícil entender lo que tiene su hermano de particular, lo difícil será que entienda que otros  lo vean  diferente.

La dicotomía es, como, cuando, que tono utilizar, en que elementos apoyarnos, para como siempre,  superar nuestra angustia y nuestro miedo a equivocarnos.

Es muy complicado no sentirte culpable por la atención que prestas a tu hijo con autismo. Llevamos un año casi en que esta circunstancia a llenado nuestra  vida, o más bien la ha desbordado.

Pero tienes otro hijo que demanda tu atención, la misma; necesita de tus risas y tus juegos incluso los días en los que tienes un nudo en tu garganta; que pregunta y se preocupa cuando te nota desanimada; que se acerca sólo a decirte “Te quiero mamá” cuando estas absorta en tus pensamientos; que nos imita en las pautas para ayudar a su hermano; que se ilusiona cuando Ángel le sigue en algún juego…

Es muy complicado no pensar que su  pequeña vida podía ser diferente, podía ser la que habíamos planeado, la normo típica, la que esperábamos. Pero esta es su familia, así somos, es nuestra realidad.

Seguramente a Manuel no le cuesta nada aceptarla, para él no hay otra. No le abruman las expectativas, los planes de futuro, los miedos de los adultos, los niños son así, felices.

Tenemos que preparar a nuestros hijos para el mundo. A los dos, Manuel tiene que tener armas para enfrentarse a esta realidad, que por mucho que nos empeñemos no siempre será fácil de llevar.  Eso será también protegerlo.

Tienes que hacerte tan valiente que te sorprendes a ti misma. Lo peor  y lo mejor de todo esto es que no te deja la oportunidad de huir, de esquivar momentos o situaciones. No tienes más remedio que apretar los dientes y tirar  para adelante. Y cuando pasas otro nivel miras atrás y piensas lo mismo que cuando ves a un prestidigitador: “¿Cómo lo ha hecho?”.


 Esta es la magia del Autismo, que “engancha” como la adrenalina. Soñabas otra vida pero no entiendes tu propia vida sin esta lucha. Va trasformándolo todo, haciéndolo cada vez más transparente, nos moldea forjándonos en el valor y la entrega totales. Nos transforma en lo que siempre quisimos ser y nunca nos atrevimos.

Si alguna vez me pregunté como reaccionaria frente a un hijo cuando me expusiera una pregunta complicada de explicar ya tengo la respuesta. Valor y transparencia.

Mi hijo Manuel es un ángel, el ángel de mi Ángel. Mucho me temo que en su maravillosa forma de ser están también las huellas de nuestra realidad. Si es así, y creo que no me equivoco, debo dar las gracias.

 Su infinita paciencia, su instinto de protección, su entrega, su inmenso cariño, su bondad y generosidad, y otros muchos valores que se están marcando en él, no son sólo para con su hermano, sino que son extensibles a todos los que le rodean.

Estoy enamorada de mis niños, de los dos. Los dos son excepcionales y juntos los cuatro podremos con lo que nos echen.