Desde la primavera del año pasado
hemos tomado decisiones que cambiaban la escolarización de nuestro hijo.
Decisiones, que como todos los cambios, asustan. Más aún cuando tu vida se basa
en la rutina y la organización de tiempos y espacios para adaptarlos de forma
conveniente para no despertar el miedo a lo desconocido.
Pero nos atrevimos, porque nos
parecía lo mejor para nuestro hijo, a aventurarnos en un cambio importante y
radical: cambiar del cole ordinario al centro específico.
Evidentemente el miedo era voraz.
Los cambios no son amigos del autismo. Y la aceptación también se mueve por tu
estomago entre mariposas y avispas.
Todo nos hacía pensar que era el
momento en que Ángel necesitaba este cambio. Que era lo que él necesitaba;
trabajar en otro entorno más estructurado, que fomentara su autonomía, que nos
diera paso a la adolescencia que ya amenaza con aparecer, que relajara su tensión
ante los momentos en los que tenía que contenerse para adaptarse al medio, y un
millón de razones más. Todas ellas reflexionadas con esmero para ofrecerle lo
mejor, lo más apropiado, como siempre ha sido nuestra prioridad.
Sabíamos además que entre los
profesionales del centro ordinario y el aula TEA, sus terapeutas, sus
compañeros y sus familias y nosotros mismos, habíamos ayudado a Ángel a alcanzar
muchos objetivos, a trabajar mucho y a adquirir capacidades en un entorno
ordinario. Un trabajo que estaba asentado y que le daba la oportunidad de
seguir aprendiendo y creciendo.
Llegaba el momento y en el CEE
BIOS nos acogieron desde el primer día como parte de una familia, de una
pequeña comunidad educativa llena de profesionales y familias comprometidos con
el desarrollo personal, social y emocional de todos los alumnos.
Un equipo que nos ha conquistado. Ahora que el curso termina estamos encantados con el centro, desde sus
instalaciones, sus servicios y sobre todo y ante todo sus profesionales.
Pero llegamos asustados,
temerosos sobre todo de soltar la mano que nos ha guiado durante años en
este camino, nuestra hada Lule.
Este curso no ha sido nada fácil
para nuestra familia.
El curso comenzó de nuevo con una
pérdida, la abuela Nines nos dejó. Parece que San Mateo se lleva a todos
nuestros abuelos al cielo.
Durante este curso, yo he tenido
problemas de salud que me han llevado a quirófano, que me han tenido en reposo,
que me han hecho renunciar a todas mis actividades diarias y a muchas de las terapias de Ángel y que al final
todavía no se han resuelto, así que toca más paciencia para la próxima
intervención.
No he podido cuidar y he tenido que dejar que me cuiden. Gracias Adri por cuidar de mi y de mi familia.
En un curso con tantos cambios lo
previsible era que todo se revolucionara, que “la petaramos”, que el esfuerzo
de tanto tiempo cayera en picado sobre nosotros.
Hoy nos han dado las notas de
final de curso. Y nosotros también evaluamos todo lo que hemos pasado.
Ángel se ha adaptado al
transporte escolar, al comedor, al nuevo entorno, a sus nuevos compañeros y a
sus nuevos profesores.
Y no es que lo haya hecho bien,
es que lo ha hecho feliz, sonriente y con ilusión cada mañana.
Sabemos todas las dificultades
con la que su tutor David se ha encontrado este curso. Desde las más difíciles
de solucionar, las de la Administración Educativa y los recursos personales,
hasta las más pequeñas peculiaridades de sus alumnos a los que no conocía.
Pero desde la primera reunión con
él sentimos algo importante de encontrar para familias como nosotros, ganas e
ilusión.
Y sobre todo confianza en el
trabajo cooperativo con las familias.
El contacto con su tutor ha sido por
conversación semanal y diario por su agenda. Lo hemos visto siempre sonreír en
las fotos y oímos su voz preocupada cuando algo no se superaba.
Puede que este año no hayamos
alcanzado grandes logros académicos, pero sí hemos tenido justo lo que necesitábamos,
y ese era el objetivo desde el principio, cubrir una necesidad; la de Ángel y
la de nuestra familia.
Por su esfuerzo y dedicación, por
su empatía con nosotros y su cariño hacía Ángel, por haber hecho feliz a su “osito”,
por no rendirse y hacer más de aquello para la lo que estaba preparado… Gracias
David.
Porque cada noche mi peque se va
a la cama y después de decir “Buenas noches, que duermas bien, que descanses”
añadía… “Y mañana ¡Al cole con David!” con una sonrisa en sus ojos
somnolientos.
Porque estamos acostumbrados a los items, a los “En Proceso”, los “En desarrollo” o los “Con ayuda”. En eso estamos y no nos preocupa,
porque un día llegará el “Conseguido” y
el “sin ayuda” o no, pero nunca nos rendiremos. Pero tus notas de hoy
hacen saber que te has acercado a nuestro niño, que lo has conocido y has
trabajado con él en la medida de tus y de sus posibilidades. Y porque has contado con nosotros y nos has
hecho participes.
Venías de otro entorno totalmente
diferente y con más miedo que vergüenza te has enfrentado al trabajo más
especial y difícil que tenemos los profesionales de la Pedagogía
Terapéutica.
Los Centros de Educación Especial
son la Formula 1 de la Pedagogía Terapéutica, donde se innova con nuevos
métodos, donde se atreven a hacer mejoras en coche de circuitos que difícilmente se adaptaría a las carreteras convencionales, no en
utilitarios, y esas innovaciones benefician a todos en el futuro más próximo.
Muchas gracias a todos y cada uno
de los profesionales del CEE BIOS, excelente equipo que nos ha incluido desde
el primer momento, que ha compartido, que se ha esforzado, que sonríe, que
trabaja y se ilusiona. Gracias por vuestro cariño, vuestra constancia, vuestro
esfuerzo y vuestro valor en la innovación educativa.
Gracias David. Te deseamos todas
las suertes en tu carrera profesional y ojalá nos encontremos de nuevo pronto.
Has formado parte de este equipo
de ingenieros innovadores educativos, y aunque no hayamos ganado todas las
carreras, aunque a veces no hemos estado en la pole, hemos trabajado para ser
campeones, y ese trabajo dará sin duda un día la gran victoria.
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