8.8.12

DE MUDANZA


Nos mudamos. Y no de casa, nos mudamos de vida.

Vamos a vivir de otra forma, en otro entorno, a cambiar de costumbres y diyi-evolucionar (como los pokemon). Mi marido lo llama “decoración Zen”.

Es curioso como los hijos te cambian la vida.

Cuando tienes un hijo, él te abre la puerta hacia el futuro. Tus proyectos por muy a corto plazo que sean siempre están teñidos de lo que vendrá después, hacia donde te llevará la aventura de ser padre.

Cuando tienes un hijo con TEA él te abre la puerta del presente. Aprendes a disfrutar del ahora, del momento. Tus proyectos se sumergen en el “Carpe Diem”.

 “El pasado ya no está, el futuro aún no ha llegado, lo que tenemos es el ahora. Por eso se llama presente porque es un regalo”.

Nosotros hemos aprendido a vivir nuestro regalo. Ángel nos ha entregado el presente.

Por eso nos deshacemos de cajas y cajas de recuerdos materiales inútiles, guardados en cajones que no abres más que para buscar lo que nunca encuentras cuando lo buscas, y para encontrar lo que te llevaste tanto tiempo buscando y ya no te hace falta.

Porque para Ángel los cajones de recuerdos son peldaños que escalar como spiderman para encaramarse al lugar más peligroso del salón.

Por eso nuestros preciosos muebles de herencia (la familia de mi marido han sido ebanistas) , hechos a mano el siglo pasado, darán paso a pocos y funcionales muebles útiles y sin peligrosos labrados.

Por eso el ajuar que con tanto esmero atesoraron nuestras madres, vajillas de porcelana, cristal de bohemia, cuberterías de plata… dormirá deliciosamente en un desván.

Mis amigos solíamos decir: “Tienes más tonterías que un mueble bar”. Bien pues nuestra casa se despoja de todas las tonterías, no más estímulos inútiles.

Algunos me dicen que el mundo está lleno de esos estímulos y Ángel debe aprender a convivir con ellos, porque ¿Qué pasará cuando visite alguna casa de estas características?.

Bien, estamos adaptando nuestro hogar para que todos lo disfrutemos, estamos poniendo rampas para Ángel, eliminando barreras. Él debe sentirse a gusto, relajado en su casa.

Claro que encontrará dificultades fuera de ella, como todas las personas con diversidad funcional, también las físicas que son mucho más evidentes para los “normales”, pero las barreras cognoscitivas que encuentra mi hijo son difíciles de ver y más aun de entender para esos “normales”.

Así que a partir de ahora no tendremos una casa normal, tendremos un hogar feliz.

¿¡No es estupendo!?.

Vamos a ser sinceros, me costó años de trabajo espiritual (y los que me conocen lo saben) NO llegar a entender que no hay que aferrarse a lo material, que debe morir el “hombre viejo” para que nazca un “hombre nuevo”.

Que no necesitamos cosas bonitas, ni recuerdos materiales para ser felices. Basta con el AMOR.

Sí, suena cursi y catequético. Es que yo era así. Aunque como dice un amigo la teoría la dominaba pero… ¿cuándo llegaría la práctica?.

Pues mi hijo me la ha regalado. Y lo sé porque no me cuesta hacer esto, muy por el contrario estoy disfrutando y deseando ver mi casa vacía de estímulos inútiles y peligrosos. Estoy deseando llegar a casa y descansar.

Estoy pasándomelo bien diciendo adiós a cosas que guarde durante años, (no sé porque, siempre tuve un pequeño Diógenes) y que nunca más veré.

Disfrutando de pasarme por el arco del triunfo el proyecto de vida y familia que había diseñado hace unos años, hasta mis sueños de juventud.

Ni mis sueños del pasado, ni mis ideas de futuro ya me hacen feliz.

Estoy feliz, ilusionada, pensando donde colocar los pictos para el nuevo comedor o como organizar la sala donde compartir descanso y juegos.

Esto es increíble, es cierto que es como nacer de nuevo, como correr hacia la orilla descalzándote y quitándote ropa para zambullirte en el mar.

Lo mejor de todo esto es que he descubierto algo.

No había terminado todavía mi luto, estaba en esa fase que mi abuela (muy cumplida ella) llamaba “el alivio de luto”, las vestiduras blancas y negras o grises que precedían a los colores en un duelo.

Lloré la pérdida de mi primer hijo, tuvimos un embarazo no evolutivo y se interrumpió a comienzos del segundo trimestre. Fue durísimo.

Lloré también la pérdida del hijo neurotípico que creí tener cuando nos dieron el diagnostico de Ángel. Me di cuenta, que nunca existió ese niño más que en mi imaginación, Ángel fue siempre él no otro niño que cumpliera mis expectativas.

Miré a los ojos de Ángel y me quité el luto. Ya no lloraría más.

Pero hoy me doy cuenta que es ahora cuando estoy empezando a disfrutar de nuevo de mi familia, de mi marido, de mis hijos, de mi hijo Ángel. Saboreando los momentos, deseando compartir en familia, vuelvo a tener ganas de ser una feliz mamá.

Me quito el alivio de luto, y con él todo lo que me sobra en casa.

Comienza una nueva forma de vivir, de disfrutar, de estar a gusto, relajados y felices siendo como somos.

Queridos hijos: me estáis convirtiendo en la mujer que siempre quise ser.

Pero todo eso será cuando terminemos la mudanza ;)

Próximamente el AFTER-BEFORE.



2 comentarios:

  1. una vez más , me quito el sombrero, chapeau.

    ResponderEliminar
  2. Hola desde Zaragoza!
    Me ha gustado mucho un vídeo que creo que a tí también te va a gustar:
    http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=fCoBk1tWYEg
    Un abrazo:
    Leticia

    ResponderEliminar