25.9.20

LA TIERRA PROMETIDA

 

Después de cuarenta años por el desierto me imagino que al llegar a la Tierra Prometida se debió sentir una dolorosa felicidad. 

Muchos quedarían por el camino, tanto esfuerzo, tantos años de resistencia tras la promesa de que un día no solo podrás ver lo que soñaste, sino que se te permitirá asentarte allí. 

Sin avisarte, sin prepararte, sin ser capaz, un día te toca una maternidad excepcional. Eres consciente de que no podrás afrontarlo, que te superará, que dolerá mucho y durante mucho tiempo, que tendrás que estar en constante lucha, en constante estado de alarma. Pero no tienes opción. Esto no se elige, se vive y punto. 

Te enfrentas a ello con las maletas vacías, por mucho que te cuenten, nada es comparable con la realidad de sentirlo en carne viva. Como en el Éxodo, de noche, como una huida al desierto, con la promesa de que todo llegará a buen termino, de que si resistes vencerás. 

Pero el trayecto es duro. Cuando aprendes como enfrentarte a una etapa, cambia, y comienzas otra vez de cero. Es como si te robaran el equipaje en mitad del viaje y tuvieras que empezar una y otra vez a hacer las maletas y buscarte la vida para seguir resistiendo. 

Y luego conoces a los Faraones, las plagas, las batallas... Y el tormentoso sol del desierto, que con justicia implacable te deshidrata a cada paso. 

Y tú caminas, cantas, sonríes, avanzas unas veces erguida y otras a rastras. Cuando la divisas. Es la Tierra Prometida y puedes asentarte allí. Y te atraviesa una dolorosa felicidad. 

Durante años, esperamos el momento en el que "los que saben" te dicen que no estas donde debes, que no estas haciendo lo correcto, que podrás no conseguirlo, que así no. Tú, batallas intentando que alguien comprenda que tiene que ponerse en tus zapatos, que la inflexibilidad muchas veces viene de quien te pide que no lo seas. Solo quieres un poco de cancha. Pero no hay descanso. 

Cuando has tenido que enfrentarte a las instituciones que se supone que cuidarían de ti, luchado con profesionales que se supone que estaban allí para enseñarte y cuidarte, cuando te han rechazado en aquellos lugares donde se suponía que te darían seguridad, cuando tu visión de la realidad es la utopía para muchos, ¿Cómo? ¿Cómo se resiste? ¿Cómo sin desgastarte, sin perder fuerzas, sin acostumbrarte a proteger tu cara con los puños? ¿Cómo puedes confiar en que llegarás a la Tierra Prometida?

Y tú caminas, cantas, lloras, avanzas, cada vez menos erguida. Y entonces, lo dejas todo, lo sacrificas todo, todo lo material que conseguiste durante años no vale nada con tal de llegar a aquel lugar donde reposar. 

Y hoy lloro de tanto que me duele esta felicidad que me embarga. Porque ya no puedo más, porque estoy cansada y dolorida. Y de repente y de frente al alzar la vista me doy cuenta que estoy en mi lugar, que el sacrificio merece con creces la pena y quizás, por fin pueda sentir el reposo del guerrero.

Quizás sea más fácil contar la historia mil veces contada, la que conocen todos los padres y madres de personas con diversidad funcional, la de los rechazos, la pérdida de derechos, la lucha incansable, y los inagotables enfrentamientos, pero hoy no me apetece. De todos es sabido y en este blog está nuestra historia. 

Quizás es más fácil contar que hoy me han tratado bien, que me he sentido querida y acompañada, que no me han hecho parte del problema sino de la solución. Y la falta de costumbre de recibir ese trato me ha derrumbado. Y lloro agradecida. 

Pero no es fácil vivir todos estos sentimientos si no te han tocado a ti. Como no es fácil entender, ni comprender, ni la empatía; él que tenga oídos y quiera oír, oirá. 

Si tú lo coges pues para ti, porque lo necesitarás tanto como yo. Si sabes de lo que estoy hablando es porque lo estas viviendo y comprenderás. Lo entenderás tanto si eres madre (o padre) como yo o si eres un profesional que trabaja CON las familias, y si es así enhorabuena, porque se puede llegar a la Tierra Prometida. 

Ahora solo me queda aprender a disfrutarla. Las marcas de los grilletes en mi corazón curarán y podré disfrutar de la libertad y del viento en mi rostro sin sentirme culpable. 


A todos los profesionales del C.E.E. Virgen del Pilar- Afanas   GRACIAS. 






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