28.7.21

CUANDO MIRAS AL HORIZONTE

 

Hace ya más de 10 años de mi primer post. 

El camino está siendo una auténtica aventura, llena de altibajos, de carreteras bacheadas y caminos de piedra y sin ningún acceso a la autopista. 

Sigo sin quejarme, entre otras muchas razones porque ya tengo claro que es inútil, no sirve absolutamente para nada sino para descargar el lagrimal que rebosa de rabia en ocasiones.

Aunque mi cuerpo si que tiene memoria y ya denota desgaste. Una pena que el tiempo no perdone y la madurez corpórea llegue sin previo aviso.

Durante todos estos años mi postura ha ido cambiando según el zamarreo del viento. En la mayoría de las ocasiones ni siquiera fue por convicción o por fe, solamente fue por necesidad, solo para mantenerme en pie.

He aprendido a aceptar las desilusiones, los límites, las barreras, las batallas perdidas, pero no consigo aprender a rendirme. 

Lo he intentando, he intentado flotar y dejar que la marea me arrastre a donde quiera. He intentado dejarme llevar, cerrar los ojos, escuchar mi respiración, sentir el aire en mi cara y mi cuerpo ingrávido como balsa en el mar, abrir mis brazos y dejar que el oleaje me lleve. Pero no soy capaz. 

Termino pataleando y formando espuma en el mar para ser de nuevo quien marque mi rumbo. Me vuelvo a poner en movimiento y nado. A veces soy capaz de ver la orilla aunque otras solo me adentro en la inmensidad, muerta de miedo, solo con la esperanza de encontrar rescate. 

Porque ¿Qué pasa cuando las perspectivas no se cumplen? ¿Qué pasa cuando resulta que el mal pronóstico acierta? ¿A quién culpamos? ¿Hemos fracasado? ¿No lo hicimos bien? ¿No pusimos suficiente empeño? ¿No fuimos tan buenos como aquellos que llegaron más lejos?

Lo cierto es que la respuesta la tengo desde el principio del viaje. Un claro y conciso neurólogo ya nos puso en aviso al comienzo. Y es que nada más de lo que has hecho había que hacer, nada. Y lo estás haciendo genial, lo haces todo lo bien que sabes y mejor. Nada más había que hacer. 

Pero no quiero ni puedo cambiar mi actitud disconforme. Quiero seguir creyendo que ningún mal pronóstico es cierto y seguir partiéndome a trozos para conseguir demostrarlo, porque así es como hemos conseguido llegar hasta aquí, hasta donde estamos, sea o no el sitio donde algunos nos colocaban o donde otros jamás nos vieron. 

Y aquí estamos, más de 10 años después, con graves dificultades en la comunicación, con intereses muy restringidos, no conocemos ni evitamos el peligro, nos cuesta socializar, tenemos conductas disruptivas, trastornos del sueño y la alimentación, con una neurodiversidad complicada de incluir en la sociedad. 

Complicada, no imposible. Aunque hay quien dice que lo imposible solo tarda un poco más en conseguirse. Vamos a seguir nadando hacía la plena inclusión, no podemos dejarnos flotar, nadaremos.

Porque nuestra realidad es la de aquellos que parece que no triunfaron pero que ganan batallas todos los días. 

La de esos que no consiguieron el oro olímpico pero que siguen entrenando sin descanso cada despertar.

La de los que nunca sentaran catedra pero cuya curiosidad no les deja terminar de aprender nunca.

La nuestra es la realidad de quienes no se conforman con la suya pero la conocen y la abrazan para llegar a ser felices.

Cuesta. Cuesta aceptar, cuesta abrir los ojos a la cruda y fría, pero has de perder el miedo, has de tener valor y mirarla de frente. Porque en la niña de los ojos de esa realidad se encuentra tu felicidad, porque en lo más profundo de esa mirada afilada que puede cortarte el alma está tu sitio, el lugar de tu reposo. 

Aunque no es la meta, no. No has llegado al final de ningún camino, no has completado ninguna prueba, si acaso solo demostraste tu capacidad de supervivencia, tu empeño por caminar descalzo al mismo paso que calzado, tu no rendición. 

Mira a los ojos a tu realidad tal cual es, sin maquillajes, ni quizás, ni expectativas. Mírala, toma aliento y nada con más fuerza, ahora comienza la carrera a la meta, lo anterior ha sido el previo. 

Ahora toca ser y estar tal cual, ahora toca buscar, y si no encuentras crear de la nada si hace falta pero obtener lo necesario para ser adultos felices. Felices, ser felices. 

Y ¿ahora? pues a pelear de nuevo. Tenemos las armas con las que hemos llegado hasta aquí, tenemos la experiencia de derrotas y victorias a sacos, sabemos ya pedir ayuda, sabemos gritar y despeinarnos por tomar nuestros derechos, sabemos plantar cara para estar, sabemos compartir para ser, lo venimos haciendo durante años, ahora toca luchar sin aliento. 

Si creías que el descanso del guerrero llegaría en una década, siento decirte que te equivocas. Esta lucha no terminará hasta que tu espada yazca en el suelo de la contienda como las de los valerosos caballeros de las leyendas, que en realidad serían como tú, solo personas muy asustadas que no les quedaba otra.

Me he dejado llevar y he flotado relajada, lo necesitaba. Pero hasta aquí floté. De nuevo tengo que ponerme en pie y trabajar por el futuro, por la inclusión, por mi familia, por nuestra compleja realidad, nuestra agotadora vida que cansa hasta al que mira. Por mi maravillosa realidad. 

Maravillosa porque es la mía, porque no puedo cambiarla por la de nadie, porque si la cambio perdería lo que más quiero en esta vida.

Porque sí, ya me han dicho mil veces aquello de "yo no sería capaz" pero yo tampoco sería capaz de enfrentarme a la tuya. 

Porque esta es mía, la miro y la abrazo, y vuelvo a apretar los dientes y continuar. Porque somos unos campeones sin necesidad de medalla olímpica. 

Y aquí seguimos, listos y mirando el horizonte. 

Todo es correcto y continuamos para bingo. 






0 comentarios:

Publicar un comentario