Llorando
bajo la lluvia tu rostro mojado no deja ver tus lágrimas, se hacen invisibles y
solo el sabor a sal de la comisura de tus labios te hace sentir que se
derraman.
Son
lágrimas invisibles que queman tu rostro pero no se muestran, que rompen tu
corazón en cada lamento pero no se ven, son las lágrimas que no calan, que ya
nacen mojadas por la lluvia que lo empapa todo.
Cuando
la tormenta es fuerte y la lluvia persistente tu rostro empapado no deja de
llorar, aunque no se perciba a simple vista.
El
cielo sigue cerrado de nubes que oscurecen el día, sigue lloviendo, sigues
empapada, sigues caminando bajo la lluvia.
La
que moja la tierra, los árboles, los cristales de las ventanas donde los que
están resguardados lloran a lágrima viva.
Pero
tus lágrimas bajo la lluvia nacen mojadas, no se ven.
Dentro
o fuera del manto húmedo de la lluvia todos lloramos. Unas se ven, otras son
invisibles.
Puede
que la lluvia cese, puede que todavía no.
Puede
que te resguardes de ella, puede que decidas seguir caminado a la intemperie.
Puede
que te seques o continúes calada hasta los huesos.
Incluso
puede que un día dejes de llorar.
Hola Isabel. Mi nombre es Ana Belén y fui la educadora de tu hijo Angel en la segunda escuela infantil donde lo llevaste. Acabo de encontrar tu blog por casualidad y me gustaría poder hablar contigo. Tengo un niño de casi dos años y medio y probablemente tenga TEA. Gracias. Te dejo mi dirección de correo electrónico: anabelenmorenorm@hotmail.com.
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