30.3.11

Agnus orribile

Este ha sido sin duda un año horrible.

Cuando recuerdo la pasada primavera se me pone la piel de gallina. Todo era un caos, no podíamos con la presión. Nada de lo que hacíamos con Ángel parecía funcionar. Mi niño estaba cada vez más agitado, triste, asustado, desubicado y nosotros cada vez más desesperados, confusos y cansados.

Las pautas que seguimos para la hipoacusia fueron un oasis. Los signos nos permitieron hacernos entender y Ángel ya sabía que esperábamos de él. Su actitud cambio radicalmente y todos parecían entender como tratar a un niño sordo.

Pero también tuvimos que sufrir la exclusión. La guardería privada en la que habíamos matriculado a Ángel en el mes de marzo sin saber que nos depararía este curso, nos “invitó a  que no asistiera” porque “podía perjudicar al grupo” cuando les comunicamos que Ángel podía ser sordo.

No se puede expresar con palabras lo que sientes cuando a tu hijo lo rechazan. Ira, rencor, dolor, miedo… y nada más comenzar, para irte acostumbrando.

Ángel lleva todo el curso en una guardería excelente que han vivido con nosotros todos los momentos de su diagnostico, nos han acompañado y ayudado a mi hijo y a nosotros de la posible hipoacusia al TEA,

Ahora sé que cuando algo no resulta como esperabas es que algo mejor te está esperando.


Cuando nos hablaron de TEA primero sentí alivio. Podía haber sido peor, su vida no corría peligro, y no desaprendería nada.

Pero cuando lo empiezas a escuchar en tu cabeza, y te das cuenta de lo que se avecina, me quise morir. Y de verdad fue la primera vez en mi  vida que realmente lo deseaba, llevaba noches sin dormir, estaba física y mentalmente agotada y superada por un futuro incierto, lleno de miedos y fantasmas.
Quería descansar de este peso y no encontraba otra manera porque nunca, ningún segundo más de mi existencia podría descargarme.

No quiero recordar cuantos pensamientos destructivos tuve hacia mi misma. Me sentí culpable, responsable, cobarde, y mala madre por querer escapar de lo que se me venia encima. Era mi hijo.

Han pasado cuatro meses desde que desperté en una pesadilla de esas en que caes por un precipicio. Pero he encontrado un paracaídas, Ángel.

Mis hijos son una bendición, un regalo de los que no te mereces.

Ángel es un regalo. La vida me bendijo con este hijo cuando nació sano y fuerte. Con su primera sonrisa, su mirada, sus abrazos, sus primeros pasos y su juegos. Y me siento bendecida hoy con sus progresos, los grandes y los pequeños, con sus risas y sus aleteos.

Mis hijos me han cambiado la vida, pero para mejor. Siempre. Porque los tengo, los desee desde siempre y ahora los tengo, los disfruto y los sufro. Por fin soy madre y esa es mi bendición, porque nunca, ningún segundo más de mi existencia estaré sola.

2 comentarios:

  1. Me has emocionado Isabel. Todo lo que has sentido es normal, yo me veo identificada en mucho. pero el año horrible ha pasado, eres mas fuerte, sabes mas y estaré aqui cuando me necesites!!!!
    Besos

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  2. Gracias Maria, como dice la canción "despues de la tormenta cuando menos piensas sale el sol".
    Y mi sol ha salido, ahora quiero trabajar desde las claras del día.
    Se que estas ahi, GRACIAS

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